En 2025, el término girlboss se ha desvirtuado, convertido en un símbolo de ironía y superficialidad tras un uso extendido y, a menudo, vacío. Lo que comenzó como una etiqueta para denotar una mujer que fusionaba su identidad profesional con su autonomía personal y ambición empresarial, pronto se redujo a un concepto vacío, carente de una profunda reflexión sobre el verdadero empoderamiento femenino. Sin embargo, al volver a ver Legally Blonde (2001), me encuentro con una figura que representa lo que girlboss debería haber sido realmente: Elle Woods. La protagonista no solo desafía las expectativas sobre lo que una mujer exitosa puede ser, sino que lo hace desde un lugar de autenticidad, empoderamiento genuino y, sobre todo, sin tener que renunciar a su feminidad para triunfar.
Elle Woods es, sin lugar a dudas, una figura hiperfemenina. Su estilo de vida, sus elecciones y su forma de ser no son solo un accesorio, sino una declaración de que la feminidad no es un obstáculo para alcanzar el éxito. En un contexto cultural donde el liderazgo y el poder se han asociado tradicionalmente con características masculinas como la competitividad, la agresividad y la frialdad, Elle se presenta como un ejemplo de que la empatía, la inteligencia emocional y la autenticidad también pueden ser herramientas poderosas en el mundo profesional. La escena en la que utiliza su conocimiento sobre cuidados capilares para resolver un caso legal es solo un ejemplo de cómo su “inexperiencia” en el campo legal es compensada por su creatividad y su capacidad para integrar lo personal con lo profesional. Esto es lo que le falta al concepto de girlboss que se popularizó: una visión más amplia y flexible del poder.
Desde una perspectiva sociológica y de género, las mujeres han sido históricamente presionadas para adoptar los códigos masculinos para ser tomadas en serio en ámbitos laborales. Esto implica masculinizarse en apariencia, actitud o comportamiento. Este tipo de adaptación no solo refleja una asimilación de normas ajenas, sino que también perpetúa una visión de éxito que excluye características que no se alinean con los modelos masculinos de poder. A menudo, la feminidad se ve como una debilidad o un sinónimo de frivolidad. Sin embargo, figuras como Dolly Parton y, en este caso, Elle Woods, demuestran lo contrario. Estas mujeres hiperfemeninas, a pesar de ser subestimadas o ridiculizadas por su estilo y presencia, son ejemplo de que la feminidad y el poder no son incompatibles.
Como sociólogo de la moda, entiendo que el dominio de un género sobre otro en la cultura laboral ha generado la necesidad de asimilar características “masculinas” para acceder a las esferas de poder. No obstante, el cambio verdadero no reside en la imitación de los modelos masculinos, sino en la creación de un espacio donde las cualidades tradicionales femeninas, como la empatía, la colaboración y la comunicación efectiva, sean igualmente valoradas.
Elle Woods, desde su entrada en Harvard, es juzgada por su apariencia y su actitud. A pesar de las dudas sobre su capacidad intelectual y profesional, ella se mantiene fiel a su estilo y su identidad, sin sacrificarlas para ser tomada en serio. Su éxito radica precisamente en no renunciar a lo que la hace única, sino en integrar sus pasiones y talentos con el mundo legal, mostrando que una mujer exitosa puede ser tanto inteligente como femenina sin que eso sea visto como un impedimento.
Otro ejemplo interesante de esta intersección entre feminidad y poder lo encontramos en Bree Van de Kamp de Desperate Housewives. Bree encarna la figura de la mujer que parece haber sido diseñada para ser el ideal de la ama de casa perfecta: elegante, organizada y refinada. Sin embargo, cuando se adentra en el mundo de los negocios, específicamente en su propia empresa de repostería, demuestra que la ambición y el éxito profesional no están reñidos con la feminidad. Aunque Bree adopta ciertos elementos tradicionalmente masculinos, como el control emocional y la determinación, no abandona nunca su esencia hiperfemenina. Su historia es otra prueba de que la feminidad y la ambición no solo pueden coexistir, sino que pueden ser fuentes de fortaleza.
En este contexto, quiero retomar una frase de la película Barbie (2023), pronunciada por la abogada interpretada por Sharon Rooney: "Esto me sensibiliza y por ello lo expreso. Para mí no supone ningún problema ser lógica y sensible a la vez, y esto no merma mis capacidades, sino que las expande." Esta frase encapsula la tensión histórica entre la razón y la emoción, y la necesidad de reivindicar la feminidad como un activo valioso en el mundo profesional. La idea de que la empatía y la intuición son características que deben ser devaluadas es un relicto de una visión limitada del poder, que asocia la lógica y la dureza con el éxito. En realidad, estas cualidades también tienen su valor y deben ser reconocidas como fortalezas dentro de cualquier ámbito profesional.
El desafío, por lo tanto, no es adaptarnos a un sistema que mide el éxito según parámetros masculinos, sino transformarlo. Este cambio no implica rechazar el poder ni la ambición, sino redefinir el liderazgo para que pueda incluir la empatía, la sensibilidad y la colaboración. En un mundo que aún sigue utilizando métricas masculinas para juzgar el éxito, personajes como Elle Woods o Bree Van de Kamp nos enseñan que no hay que elegir entre la feminidad y la ambición. Podemos ser ambas cosas, y debemos aprender a celebrar esa dualidad.
Si el concepto de girlboss hubiera abrazado esta visión desde el principio, podría haber tenido un impacto mucho más positivo y duradero en la conversación sobre el empoderamiento femenino. Lejos de ser un concepto limitado y superficial, podría haberse convertido en una poderosa afirmación de que las mujeres pueden triunfar sin dejar de ser ellas mismas, sin renunciar a lo que las hace únicas y, sobre todo, sin tener que adaptarse a las reglas de un juego diseñado por y para los hombres.
El concepto de belleza y su relación con el poder ha sido una cuestión debatida a lo largo de la historia. Tradicionalmente, las mujeres que abrazaban una estética de belleza más marcada, más "tradicionalmente femenina", eran vistas como superficiales, con poco poder real en el ámbito profesional. Sin embargo, hoy en día, mujeres como Elle Woods, y también figuras del pop cultural como Dolly Parton o Beyoncé, están demostrando que la belleza, entendida en un sentido amplio y diverso, puede ser una fuente de empoderamiento. Las mujeres que se presentan como desean serlo, sin ceder a las expectativas sociales de lo que debe ser “seriedad” o “profesionalismo”, tienen un poder único que trasciende las convenciones.
Además, el poder femenino no tiene por qué estar despojado de emociones. En el mundo actual, el liderazgo femenino puede incluir la vulnerabilidad, la empatía y la colaboración. La verdadera clave del empoderamiento femenino radica en reconocer y abrazar todas las formas de poder, desde la fuerza hasta la sensibilidad, pasando por la inteligencia emocional y la capacidad de construir conexiones genuinas. Por eso, el concepto de girlboss, tal como surgió inicialmente, estaba mal encaminado: no se trata de adoptar los códigos masculinos, sino de crear un espacio donde las mujeres puedan ser completamente ellas mismas, liderando desde su propia autenticidad.
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